martes, 3 de mayo de 2011

Que se muere de pasión, desangrado corazón

Son desangrado es una de las mejores letras que han salido del sentimiento del cantautor Silvio Rodríguez. Tiene una poesía particular, entrañable, con mucho sentido común y tantas interpretaciones como versos. Lo malo, para ser sinceros, es que musicalmente su versión es un poco fallona, antigua, porque le quiso dar la espalda al son y echárselas de moderno con esos sintetizadores postsetentosos made in EGREM-Cuba. Y ahora el arreglo peina más canas que la viejecita esa del Titanic.
Concebirla así era como pegarle a tu madre enfrente de su marido. Que es tu padre, además.
Así que, por preferir, prefiero mil veces la versión de Soledad Bravo, que ya reseñé de forma general en el otro blog. Pero me había quedado con la puntilla de hablar más de este tema y de ensañarme felizmente con la genialidad de sus versos, con la particularidad de la voz de Soledad cantándola con una fuerza inusitada, con ese arreglo genial que ejecuta con soltura esa orquesta maravillosa que montó Willie Colón y que enmarca un solo de cuatro de Yomo Toro, que es una de las cosas más benditas que ha parido la música del Caribe.
El solo y el solista, acoto.
¿Que no me creen? Escúchenla con calma y disfruten de ese chorro de voz soneando como si estuviese toda la vida haciéndolo (un corazón desangrado / que ya en mi pecho no cabe / que se muere de pasión, desangrado corazón / quien le dio la puñalá solo él sabe). Escuchen esa batería de trombones (cuatro para ser exactos) dando profundidad a unos breaks emocionantes. Escuchen a Joe Torres en el piano vacilando la clave con ese sonido que solo Nueva York ha podido ofrecer y que nadie ha logrado imitar. Escuchen los edificios que se montan como quien no quiere la cosa en los mambos y las moñas de un son convertido en guaracha con aroma a Puerto Rico, porque ya el son era demasiado poco para la avalancha que se le venía encima. Escuchen el bajo de Salvador Cuevas, sandungueando como un perro loco en medio de las notas: rellenando, dando sentido al sonido.
Y dando sonido al sentido.
Escuchen, vuelvo a insistir, a Yomo y sus dedos prodigiosos, que empiezan a sonar en solitario en el minuto 5:19 y ya en el 5:51 son un frenesí de cuerdas en tensión y unos acordes fantásticos que se pueden aprender con facilidad, algo no muy común en cualquier expresión musical. Y cuando digo cualquier expresión musical me refiero a cualquiera, porque a los músicos casi siempre se les pone a un lado cuando hay una voz en escena... aunque sus instrumentos sean voces también.
Escuchen todo eso con detenimiento. Con la mente bien abierta. Porque la buena salsa solo se entiende cuando se tiene la mente bien abierta.

Disfruten este temazo y después me cuentan allá abajo qué les pareció, que para eso están los comentarios.